"Consejos desde la experiencia para mamás inquietas que se preguntan cómo alimentar a su bebé sin morir en el intento"

sábado, 31 de mayo de 2014

Máxima 19: El arroz es el mejor cereal para iniciar la alimentación complementaria

Lo primero que comieron mis dos bebés, junto a la leche materna, fue arroz. Sí, arroz, el mismo que comemos en casa pero hecho papilla, claro. Mi hija pequeña lo hizo a los seis meses, y mi bebé mayor a los cuatro, porque hace unos años la recomendación del pediatra era introducir la alimentación complementaria a los cuatro meses. En ambos casos fue de maravilla, porque el arroz es un cereal que contiene hidratos de carbono, vitaminas y minerales fáciles de digerir, además, no es alergénico porque no contiene gluten.
En casa fue todo un acontecimiento, porque era lo primero que mi bebé probaba además de mi leche. Y como tal nos preparamos. Compramos varios biberones y una cucharita especial, para ver cómo se lo comía mejor, pero al final no hizo falta nada de eso, porque apenas lo probó. Fue una cuestión de constancia, al cabo de una semana ya se comía más de dos cucharadas. Todo un logro. Lo importante es que lo saboree, y que comience a darse cuenta de que hay otros alimentos además de la leche de mamá. La paciencia es la clave. Y contrario a la leyenda de que “estriñe”, tampoco es que coma tanta cantidad como para ello. Hasta introducir el siguiente alimento dejé pasar unos 8 días, cuando estaba segura de que mi bebé era receptiva a probar de aquello que yo le daba.
Para cocerle el arroz, yo pongo en el cazo una medida de arroz por tres de agua, eso quiere decir que queda “caldoso”, de esta manera podemos pasarlo por la batidora o bien triturarlo, según la consistencia que queramos conseguir. No hay que echarle sal, ni azúcar. Para las primeras veces, lo dejé especialmente batido, con la consistencia de una cremita para evitar el reflejo de extrusión, que va perdiendo a partir de entonces. A los 10 meses ya se lo trituro con un tenedor y también se lo echo a sus papillas de carne o pollo. Forma parte indispensable de su dieta.
Otra opción es el cereal de arroz hidrolizado que ofrecen muchas marcas. Es fácil de preparar porque se puede mezclar con agua, con leche materna o con leche de fórmula, pero yo lo tengo como “opción de emergencia”. No está de más tenerlo. Compré el de Nestlé: Nestum crema de arroz, me pareció que era el mejor. Se supone que están meticulosamente fabricados para hacer la papilla del bebé, pero siempre que puedo se lo hago de forma natural, como lo hacía mi madre y mi abuela. Y tan feliz.

martes, 27 de mayo de 2014

Máxima 18: Cocer al vapor los alimentos ayuda a mi bebé a "hacer estómago"



      Al iniciar la alimentación complementaria se abre un amplio horizonte, tanto si hacemos papillas, practicamos baby led-weaning o hacemos un mix (como es mi caso). En cualquiera de estas posibilidades, debemos tener en cuenta que el sistema digestivo de nuestro bebé es todavía muy inmaduro y que, como todo proceso, debemos introducir los alimentos de forma gradual. 
     A poder ser, hemos de comenzar con alimentos cocidos al vapor, porque los crudos pueden resultar difíciles de digerir. Además, por intentar precipitar la introducción de alimentos "en su estado natural", también podemos introducir bacterias o parásitos para los que nuestro bebé aun no tiene defensas.
     Mi abuela decía que había que ayudar a los bebés a "hacer estómago". Hoy, la Asociación Española de Pediatría explica que "el tono esfínter esofágico inferior aumenta progresivamente en los 6 primeros meses, aunque su completa madurez se alcanza a los 3 años", técnicamente lo mismo. 
     Así, haciendo caso a los sabios consejos de mi abuela, mi bebé y yo estamos en este momento "haciendo estómago", y hasta ahora no ha habido diarreas, estreñimientos, cólicos ni trastornos digestivos que lamentar. Cuezo verduras y algunas frutas al vapor, y a ella le encantan. Se las come sin chistar. 
     Por otra parte, la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas recomienda la cocción al vapor porque es más respetuosa con los nutrientes que sumergir los alimentos en agua, debido a que algunos nutrientes se quedan en el caldo de cocción. 
     Una madre me preguntó una vez ¿pero puedo tirar el agua que queda tras la cocción al vapor? Pues no -le respondí- allí hay nutrientes que no podemos desperdiciar, además contiene mucha sustancia. Yo trituro el alimento directamente con su líquido, sin añadir sal ni azúcar, ya que esta cocción tan natural permite que el alimento conserve su propio sabor. A mi bebé le encanta y yo estoy feliz de que esté "haciendo estómago", como diría mi abuela.

martes, 20 de mayo de 2014

Ojos de luna llena *

Comparto con vosotros mi relato ganador del I Concurso de Microrrelatos del Banco de Leche del Hospital 12 de Octubre, que no es más que un homenaje a las madres donantes, a los niños receptores y al equipo que lo hace posible. A ellos ¡Muchas gracias!



     Cuando paseo con mi mamá por mi barrio, en Usera, las vecinas dicen que soy una niña muy guapa, que tengo la nariz de papá, la boca de mamá y el pelo de mi hermana, pero que los ojos... ¡Ay, los ojos! dicen que no se parecen a los de ninguno en mi familia, que son muy grandes, como de luna llena. ¿Será por eso que veo cosas que nadie ve?
            Un día, asomada a mi ventana, vi a una señora que cruzaba la calle con un bebé en brazos. Me extrañó que llevase un par de alas blancas en la espalda y le pregunté a mi mamá que por qué lo hacía. Ella miró, miró y volvió a mirar, pero no vio nada. Entonces me explicó que las madres son ángeles que cargan a sus bebés, y que quizá por eso yo era capaz de ver sus alas. Eso sí, me advirtió que no se lo dijese a nadie, porque sólo las personas especiales podían verlo.
            Mi mejor amiga, Carolina, que también tiene 7 años, me dice que mis ojos son tan grandes que caben en ellos todas las nubes cuando miro al cielo, y que si no pestañeo, hasta puede ver osos y otras formas si sopla fuerte el viento. Mi maestra me dice lo mismo. Ella, que está embarazada, pronto tendrá un bebé. La semana pasada, cuando se despidió de nosotros, vi que salía de su pecho una luz muy brillante. Yo le dije entonces que su pecho también parecía una luna llena, como las de la playa en verano.
            Mi mamá me ha contado que a las mujeres, antes de tener a sus bebés, se les llenan los pechos de leche para poder alimentarles cuando nacen, y que por eso yo soy capaz de ver que sus pechos brillan. "¿Y a ti te brillaban los pechos cuando yo nací?" -le pregunté. "No" -me respondió. Así supe que yo había llegado antes de lo esperado, que estuve muchas semanas en el hospital y que los médicos esperaron a que estuviese muy fuerte para mandarme a casa, que por eso a mi mamá no le había dado tiempo de que sus pechos se llenaran de luz. Me contó que me alimentaban con leche de otras mamás, de esas a las que les brilla el pecho, como a mi maestra, y tienen alas en su espalda, que son capaces de ver lo invisible y oler lo imperceptible, escuchar por las noches el llanto de un niño a kilómetros y dormir a cualquier bebé en sus brazos.
            Esa noche, antes de dormir, me puse a pensar en lo que me había contado mi mamá y ¡zas! encontré la respuesta: mis ojos son los de esas mamás que me alimentaron cuando nací. Con razón no se parecen a los de ninguno en mi familia. ¡Claro, y por eso veo cosas que nadie ve!
            Al día siguiente, en el recreo, se lo conté a mi amiga Carolina y ella tuvo una gran idea. Me dijo que tenía que buscarlas, tenía que encontrar a esas mamás para darles las gracias por darme de comer cuando nací y hacer que mis ojos fuesen de luna llena. Desde entonces las estoy buscando, pero todavía no las he encontrado.
            Como ya he aprendido a escribir, he hecho un cartel, que he colgado en mi ventana, y dice: "Busco a mamás con alas en su espalda, pechos brillantes y ojos de luna llena, para darles las gracias por haberme alimentado al nacer". Pero aun no ha aparecido ninguna. Cuando salgo de casa me le quedo mirando a cada mamá que encuentro en el camino, a ver si reconozco a alguna, pero nada. Cuando voy en el Metro, al parque, al supermercado, a la biblioteca... Quizá todas las mamás que veo me han dado de comer, o ninguna.
            Por eso he escrito esta historia, para buscar a esas mamás y darles las gracias. Si alguien las conoce, quiero que sepan que sin ellas yo no habría crecido tanto, no sería tan inteligente, no habría aprendido a nadar y no sabría cantar. Porque canto muy bonito. Quiero que sepan que las estoy buscando, y que si ven a una niña de 7 años, morena, de pelo largo negro y ojos de luna llena, soy yo. Que no se asusten si me les quedo mirando, es que intento reconocerlas. Si las encuentro, podré darles las gracias personalmente, si no, quiero que sepan que les estoy muy agradecida. Mamás que donaron su leche al Hospital 12 de Octubre en 2007: ¡Muchas gracias! 
 
* En homenaje a las mamás que inauguraron el Banco de Leche del Hospital 12 de Octubre en 2007 y a esa generación de bebés receptores que hoy, en 2014, ya tienen 7 años.

Ya lo podéis descargar en el boletín de junio de la web de la IHAN www.ihan.es

lunes, 5 de mayo de 2014

Máxima 17: ¿Papillas o Baby-led weaning? La naturaleza siempre tendrá la razón


   Cuando mi bebé y yo comenzamos la alimentación complementaria me topé con una duda importante: ¿papilla o comida a trozos? Y es que últimamente la corriente Baby-led weaning (alimentación complementaria a demanda o dirigida por el bebé) está ganando mucho terreno, pero no deja de ser una corriente, tan válida como cualquier otra, de la que podemos aprender y adaptar a nuestras circunstancias. Porque no todo en la vida es blanco o negro. En los matices está la diferencia.
     La OMS recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, fecha en la que podemos comenzar con la alimentación complementaria. Pero ¿qué pasa si a esa edad nuestro bebé aun no tiene dientes? (como es el caso de mi hija pequeña, que tiene 10 meses y aun no tiene ni un solo diente). Pues pasa que, de buenas a primeras, se podría atragantar, así de claro, amén de que si pretendo que obtenga todos los nutrientes complementarios a la leche materna que ya va necesitando a base de un trocito de manzana o dos granitos de arroz al día, mal vamos. 
     La naturaleza nos ha hecho carnívoros, o sea, con dientes capaces de rasgar, cortar y triturar, pero mientras no les tengamos, tampoco podremos hacerlo correctamente, así que si queremos comenzar a alimentarnos a base de esa misma comida, alguien o algo tendrá que ayudarnos a triturarla previamente. Sólo hay que ver cómo lo hacen las mamás de otros mamíferos: le dan a sus cachorros comida predigerida hasta que están preparados para triturarla y digerirla ellos solitos. Si eso no es crianza natural, que baje Dios y lo vea. Entonces ¿por qué tenemos nosotros que darle trozos a nuestro cachorro antes de tiempo?
       Dicen que los abuelos son como los bebés, y no hay más que verles para saber cuan cierto es, en muchos aspectos. ¿Le daríamos a nuestro abuelo sin dentadura un filete o un trozo de manzana cuando tuviese hambre? La naturaleza es sabia, sólo hay que prestarle atención y aplicar el sentido común, en éste y otros muchos aspectos de la alimentación infantil, y la vida en general. Si a los abuelos les damos papillas, batidos, gelatinas, yogures y comida blanda, ¿por qué vamos a darle a nuestro bebé comida sólida, si en ningún caso hay dientes para rasgar, cortar y procesar? 
     Así, siguiendo los dictámenes de la naturaleza, el sentido común y, por supuesto, el calendario de introducción de alimentos recomendado por la pediatra, he introducido yo la alimentación complementaria. No todo tiene por qué ser papillas 100% o trozos 100%. Yo hago un "mix": cuezo al vapor los alimentos que luego trituro (y que se come encantada de la vida), y aparte, poco a poco, le voy introduciendo trocitos de esos mismos alimentos y de los que nosotros comemos cuando todos nos sentamos a la mesa. 
     Mi batidora permite triturarlos una, dos, tres o mil veces, el resultado dependerá del tamaño que considero que mi bebé ya está preparada para comer. Si aun no tiene dientes, podemos dejarlos tan grandes y blandos como lo que somos capaces de deshacer entre la lengua y el paladar. Cuando ya tenga dientes, igualmente nuestro instinto nos dirá qué alimentos podrá morder o rasgar, y cuáles todavía no. Cada mamá sabe cuándo su cachorro está preparado para comer lo mismo que el resto de la manada. Está claro que el objetivo es normalizar su alimentación, pero ¿cuál es la prisa?    
     Poco a poco, he ido triturando menos, e introduciendo más trocitos, con la certeza de que no se va a atragantar, y de que está bien alimentada. Así, le he ido dando (siempre vigilándole): galleta, pan, fruta, verdura cocida o algún otro alimento que puede sostener con sus manos, con el consiguiente destrozo, reguero, manchones y restos por el suelo (de eso se trata). La idea es que vaya reconociendo sabores, texturas, olores, y desarrollando el gusto por unos y otros, mientras continúa con su leche materna a demanda, por supuesto. Cuando saborea una galleta o un trozo de manzana sonríe tanto, que con sólo verle te das cuenta que es feliz. Lo mismo pasa con su papilla de ternera.