"Consejos desde la experiencia para mamás inquietas que se preguntan cómo alimentar a su bebé sin morir en el intento"

martes, 24 de junio de 2014

Máxima 23: La lactancia materna facilita muchísimo las vacaciones familiares



Cuando mi bebé tenía 4 meses y medio viajamos 15 días de un continente a otro, de Europa a América, de España a Venezuela. Durante los preparativos tuve mucho miedo, pensaba que si mi bebé estaba con lactancia exclusiva y, por la razón que fuese, en un momento dado yo no podía darle el pecho ¿qué le íbamos a dar de comer? allá tan lejos sobre todo. Algunas voces me recomendaron que me llevara un bote de leche, que metiera en la maleta algunos potitos y hasta que adelantara la introducción de la alimentación complementaria “por si acaso”. Pero una amiga que había hecho el mismo trayecto, en las mismas circunstancias, me contó su experiencia y me dijo: “tranquila, todo va a salir bien”.
Confiada, hice las maletas (sin meter nada de lo que me habían dicho) y nos subimos al avión. La primera ventaja fue que tanto en el despegue como en el aterrizaje le di el pecho y no tuvo dolores de oído ni problema alguno (a diferencia de otros bebés que iban en el avión y no estaban con el pecho). Durante el trayecto (de 8 horas) jamás lloró, porque apenas yo veía que mi bebé estaba incomoda le daba el pecho y asunto arreglado.
El resto de ventajas llegaron enseguida: nunca tuvo problemas digestivos ya que en ningún momento bebió agua (que hasta a los adultos nos afecta el cambio de agua en los viajes); allá donde durmiéramos ella lo hacía plácidamente junto al pecho de su mamá; cuando tenía hambre indistintamente de dónde estuviéramos ella siempre tenía su comida lista; si algo le resultaba extraño con acercarse al pecho de mamá ya no lo era tanto, y quizá treinta ventajas más, todas inherentes a la lactancia exclusiva fuera de casa. Así, fuimos a la playa, a la piscina, al parque, al teleférico, de cenas, de visitas varias y hasta al teatro.
A la vuelta y con mi bebé algo más mayor hemos hecho varios viajes más: en coche, en tren y, aunque ya hemos introducido la alimentación complementaria, el pecho de mamá siempre ha sido vital para facilitar las vacaciones familiares. Y es que cuando estamos fuera de casa, y el bebé fuera de su rutina, no es tan fácil darle de comer a la hora precisa, en el lugar ideal y en el momento justo. A veces podemos tener la papilla calentita en el momento que el bebé la quiere y está dispuesto a comerla. A veces. En el resto de los casos (la mayoría) darle el pecho es la mejor opción y, una vez que hemos llegado al lugar apropiado (donde nos hospedamos, por ejemplo) le damos su alimento complementario, que disfrutará y aprovechará mejor porque, con toda seguridad, acto seguido dormirá “como un bebé”, y tan feliz. El bebé y toda la familia. Un dato: si va a ser mucho el tiempo que estaréis fuera del lugar de hospedaje, además del pecho, podéis practicar babylead-weaning, así el bebé podrá probar trocitos de nuestra comida con lo que, además de alimentarse, se divertirá.

viernes, 20 de junio de 2014

Máxima 22: Las papillas congeladas son seguras para el bebé y rentables para su mamá



     Cuando comencé a trabajar me di cuenta de que no tenía tiempo de preparar cada día la papilla de mi bebé. Busqué entonces una manera de seguir dándole mis papillas caseras, pero sin dejarme la piel en ello, asegurándome, además, de que fuese igual de nutritivo, que es de lo que se trata. Tras preguntar, asesorarme y ver cómo lo hacían las mujeres de mi alrededor, conseguí mi propia manera, y hasta ahora, todo han sido ventajas: las hago un par de veces a la semana y las congelo.
            La cosa es fácil, pero tiene su técnica. Primero cuezo los ingredientes a la manera tradicional: en una olla o al vapor, según las características y la cantidad que vaya a preparar. Después, lo bato y elaboro la papilla. Una vez que obtengo la consistencia deseada, la distribuyo "caliente" en los envases de Avent, perfectos para congelar, porque además de estar fabricados con un material que permite la congelación, te indican la medida, cosa que resulta bastante práctica. Los hay de 180 y de 240 ml. Luego espero a que se enfríen, los tapo bien y directo al congelador.
            Como cada vez que elaboro las papillas me salen unos 5 o 6 tarritos, guardo 2 en la nevera y los otros los congelo. Así, me aseguro de que ese día que las preparo y al día siguiente se las come recién hechas, porque si la preparo "hoy", una se la come "hoy" y la otra se la come "mañana". Es una tontería congelar hoy algo que se va a comer mañana, porque entre que lo congelo y lo descongelo, ya han pasado las 24 horas recomendadas para que un alimento se congele de forma adecuada.  
            Cada mañana, antes de irme al trabajo, tengo como rutina sacar la papilla del congelador para que se descongele a temperatura ambiente. Así, a mediodía cuando voy a casa ya está descongelada y lo que hago es calentarla y ya. Alguna vez se me ha olvidado, con las prisas, y la he sacado justo antes de dársela. No pasa nada, simplemente la descongelo en el microondas. Otra forma es descongelarla al baño de maría, dentro del mismo envase.
            Si vamos a salir de casa, sacamos el tarrito del congelador y nos lo llevamos. Se va descongelando igualmente a temperatura ambiente y allí donde estemos, a la hora que se la vayamos a dar, buscamos donde calentarla (confieso que alguna vez no he encontrado donde calentarla y se la he dado a temperatura ambiente. No le ha sentado mal y se la ha comido tan feliz). Eso sí, en cualquiera de los casos, debemos agitarla muy mucho, para que no queden grumitos. Si está calentita se agita mejor.

            Yo me organizo para cocinar y congelar papillas dos veces a la semana, que mi bebé come siempre a mediodía y algunas veces también en la noche. Cada mamá sabe cómo organizarse y cuántas papillas debe hacer cada vez. Si sólo nos da tiempo de hacerlas una vez a la semana, con aumentar un poco las cantidades para que salgan más envases, es suficiente.
            Recordad que el día que las hacéis debéis aprovechar para dársela recién hecha, y guardar en la nevera una o dos, para la cena o para el día siguiente. El resto, debéis congelarlas e ir sacándolas cada mañana, para que se descongelen solas. Así hasta que se acaben, y vuelta a empezar.
Por cierto, no esperéis a que se acaben, hacedlas cuando quede al menos una en el congelador, porque si no, un día nos quedamos sin papilla y puede resultar un escollo. Y como tenemos mil cosas en la cabeza y poco tiempo, es factible que se nos olvide. En ese caso, no os desesperéis. Tened una "papilla de emergencia", de cualquier marca. Yo tengo una o dos, por cualquier cosa que pueda suceder. No es lo ideal, pero uno nunca sabe, tampoco pasa nada porque un día se coma una industrial. Eso sí, mi bebé es muy feliz cuando las hace mamá, ya está acostumbrada a su sabor.

sábado, 14 de junio de 2014

Máxima 21: Conozco a mi bebé si conozco la densidad , la cantidad y la temperatura que le gusta en sus comidas



Las primeras papillas que le di a mi bebé tras comenzar la alimentación complementaria, prácticamente me las tuve que comer yo. Después de pasar seis meses sólo con el pecho, comer otra cosa le resultaba extraño y, claro, no lo quería. Con paciencia y sentido común, en un par de semanas la cosa fue mejorando. La clave estaba en conocer la densidad, la cantidad y la temperatura que le gustaba en sus comidas, pero hasta llegar a esa conclusión, nos costó.
Como todo proceso, que mi bebé se comiera aquello que yo le daba fue cuestión de ir probando: densidades, cantidades y temperaturas… Incluso, antes que todo eso: la forma.  Para ello compramos dos o tres biberones que no quiso, otro tanto de tetinas que rechazó, varios tipos de cucharillas, platos, vasos y envases. Y lo que verdaderamente le gustó fue la cucharilla, o más bien, lo poco que comía lo hacía con cucharilla, así que ni modo, a partir de entonces todo se lo dimos con cucharilla. Nunca quiso el biberón, los cuales conservo en su empaque, junto a las tetinas, platos, vasos y envases varios, por si acaso, pero me da que serán para otro bebé, porque a ésta no le gusta nada de eso.
Lo siguiente que probamos fue densidades y temperatura: espeso y frío, líquido y caliente, espeso y tibio, aguado y frío… las combinaciones pueden ser mil si nos empeñamos. Al final, nos dimos cuenta de que le gustaba espeso y tibio, o sea, ni frío ni caliente, y nada de consistencias líquidas. La cuestión está en ir probando, con paciencia, para dar con “el punto exacto”. Tengo una amiga con mellizos que a uno le gusta el bibe líquido y "muy" caliente, y al otro espeso y más bien frío. Pero hasta llegar a ese punto, ella tardó algunos días, o semanas, en averiguarlo. 
La cantidad merece un capítulo aparte. Sin embargo, lo primero que debemos tomar en cuenta es que cada bebé es un mundo, y si el bebé de la vecina se bebe dos biberones en el desayuno, come 180 ml de papilla y luego otro bibe, merienda dos piezas de fruta con yogurt y cena un plato de arroz con pollo antes del “bibe de la noche”, amén de varias galletas y potitos durante el día, nuestro bebé no tiene por qué comer la misma cantidad. Si nosotros no sabemos cuál es su límite, él si lo sabe, y probablemente esté en el momento en el que dice "no" y pretendemos obligarle a que coma "un poquito más". Hay que comenzar con “poco” e ir sumando mililitros confirme vayamos viendo que se los come “a gusto”. A veces es mejor poco y varias veces, que mucho cada cuatro horas. Si aplicamos el sentido común veremos que si le servimos 180 ml de papilla y se come sólo 90 diremos “no ha comido nada, apenas sólo la mitad”, pero si le servimos 90 y se lo come todo diremos “no ha dejado nada en el plato, es un tragón”. Poco o mucho será siempre según con qué lo comparemos. La mejor manera de saber si lo estamos haciendo bien es aplicando la Máxima 2: si tu bebé gana peso, crece y sonríe, vas bien. Y así, todos felices.

viernes, 6 de junio de 2014

Máxima 20: La papaya es extraordinaria, incluso como primera fruta para mi bebé



Toda la vida he escuchado que la papaya (lechosa, papayón, papayo, melón de árbol o fruta bomba) es la mejor fruta del mundo. Yo no diría tanto, pero estoy convencida de que está entre las mejores, sin duda. Quizá influye el hecho de que provengo de un país tropical, donde se usa en ensaladas, jugos, postres, tartas, como calmante de dolencias estomacales, antiinflamatorio, cicatrizante… menos para hacerse un bolso, sirve para casi todo. ¿Cómo no iba a servir entonces para dársela a los bebés como primera fruta?
Fue el caso de mi hija mayor. La primera vez que comió una fruta fue papaya, por recomendación expresa de su pediatra. Y también fue el caso de mi segunda bebé, aunque nacida en Europa, culturalmente no fuese la costumbre. Cuando se lo dije a su pediatra puso cara de sorpresa, pero enseguida me dio su visto bueno. Lo único que dijo fue: “pero es más cara”.
En España, la variedad “papayón” es casi la mejor, porque es mucho más dulce que la papaya. Y ciertamente es un poco más cara, pero lo que yo hago es comprarla entera, pelarla y cortarla en trocitos que luego congelo, por raciones. Así la optimizo al máximo, y no dejo perder ni un gramo.
La primera vez que se la di a mi bebé fue a los seis meses de edad, justo después del arroz. Lo hice cocida al vapor y pasada por la batidora tipo papilla, pero simplemente porque como era la primera fruta, quería evitar que le sentase mal. Al cabo de los días ya se la daba batida al natural, sin ninguna cocción. Lo único malo es que mancha, así que hay que tener cuidado de ponerle un babero o lavar la ropita inmediatamente.
Tiene propiedades nutritivas y un delicado sabor, vitaminas B1, B2 y B3, todas del Complejo B que regulan el sistema nervioso y el aparato digestivo; fortifican el músculo cardíaco; protegen la piel y el cabello y son esenciales para el crecimiento. Contiene también vitaminas A y C, es rica en minerales como Calcio, Fósforo, Magnesio, Hierro, Azufre, Silicio, Sodio y Potasio. Su contenido en fibra mejora la digestión. Y lo mejor: es dulcita, lo cual le encanta a mi bebé. Más adelante, cuando ya come otras frutas, podemos echar un trocito de papayón como “endulzante natural”. Mejor, imposible.