"Consejos desde la experiencia para mamás inquietas que se preguntan cómo alimentar a su bebé sin morir en el intento"
Mostrando entradas con la etiqueta alimentación complementaria. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta alimentación complementaria. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de julio de 2014

Máxima 26: Prohibidos los cítricos hasta que cumpla el primer año de edad



         Es un tema controvertido, por eso he tardado 26 Máximas para hablar de los cítricos. Pero se me antojaba inevitable, dada mi experiencia en este sentido. Cuando nació mi hija mayor, una de las primeras cosas que me dijo su pediatra fue “los cítricos están prohibidos hasta que cumpla un añito”, y me explicó que la razón no era porque fuese a tener alergia a los cítricos propiamente dichos (aunque hay casos), sino que estos “potenciaban” otras alergias o enfermedades en la niñez o la edad adulta. Visto así, lo acaté a rajatabla, por lo que durante el primer añito nada de naranja, fresa, kiwi, toronja, limón, parchita (fruta de la pasión), mandarina, clementina, etc. Y confieso que algo difícil se me hizo, viviendo en un país tropical (Venezuela). Hoy, mi hija mayor tiene 20 años y jamás ha mostrado intolerancia o alergia a nada (ni si quiera al polen, que ya es decir), ni ha sufrido de asma, ni de piel atópica, ni de nada reseñable, por no tener, no ha tenido ni diarreas. Es sana sanísima, afortunadamente (a pesar de los antecedentes familiares, por parte de madre y padre). 
     Mi madre me dijo entonces: “qué raro, cuando tú naciste lo primero que me dijeron fue que te diera zumo de naranja”. Así que yo, además de biberones, era asidua de la naranja y a los cítricos en general, según cuenta mi madre. Desconozco si ésta fue la causa, o fue porque no tomé leche materna, pero hasta bien entrada mi adolescencia fui asmática a más no poder, todo me provocaba un ataque de asma (ahora sólo me dan eventualmente), he sido una niña la mar de enfermiza y a lo largo de mi vida he mostrado alergias varias a infinidad de alimentos, medicinas y un largo etcétera. Algo común en mi familia.
     Cada día se habla más del tema, aunque yo no creo que sea una “corriente nueva”, porque ya hace 20 años era habitual que los pediatras venezolanos, y americanos en general, recomendasen evitar los cítricos durante el primer año. Tampoco creo que sea una cuestión “geográfica”, porque al fin y al cabo cítricos hay en todas partes, y alergias también. Pero algo sí es seguro: a mi hija pequeña, los cítricos ni olerlos durante el primer año. ¿Cuál es la prisa? Ya tendrá vida para beber zumo de naranja hasta que se canse. 
     Por supuesto, nacida en España, a los seis meses su enfermera nos dijo: “ya podéis darle zumo de naranja”. Mi cara fue un poema, y no pude evitar contarle mi historia, la cual ella respetó y respondió: “si no toma zumo de naranja, ni cítricos, tampoco va a pasar nada. Si tú no se lo quieres dar, no se lo des. Espera al año y listo”. Es más, agregó que ciertamente en algunos niños provoca ardor, reflujo, cólicos o gases, y que si yo quería evitarlo, no había ningún problema.
     Y así ha sido. Hace unos días mi bebé ha cumplido su primer añito, está en su peso, en su talla y en perfecto estado de salud, y nos disponemos a “estrenarnos” en los cítricos. Con calma, sin prisas. Hasta ahora, los estreñimientos (que han sido pocos y muy puntuales) los hemos combatido con masajitos, ejercicios, agua y cereales con fibra; y la vitamina C la ha obtenido de la leche materna, el pollo, los yogures, el brócoli, las judías verdes y otros alimentos. Científicamente comprobado, o no, mientras más tranquila esté yo, más feliz será mi bebé. Y el hecho de que no tomara cítricos durante su primer año, a pesar de los comentarios, los abuelos y otras voces, me deja mucho más tranquila.

miércoles, 16 de julio de 2014

Máxima 25: Melón y sandía, las frutas de verano que le encantan a mi bebé



       Llegado el verano y mi bebé a punto de cumplir un añito, me propuse introducir en la alimentación complementaria las "frutas de temporada": la sandía y el melón, básicamente, porque el resto (níspero, albaricoque...) tienen "pelo" y pueden ser alérgenos en bebés tan pequeños.
      Comencé primero con el melón. A mí particularmente me gusta dulcito, por eso me aseguré de que el primero que probara mi bebé también lo fuera. De los cientos de tipos que existen yo me decanto por el rosado, más tradicional en América Latina, y más dulce también. El verde me parece un poco insípido, sobre todo si quiero que a mi bebé le guste y aprenda a reconocerlo. Más adelante, cuando me asegure de que le gusta el melón, le introduciré otras variedades. El melón es estupendo por su contenido en vitamina C, vitamina A, calcio, magnesio, fósforo y, sobre todo, porque hidrata en esta época de tanto calor. La primera vez que se lo di lo pasé antes por mi super vaporera, porque crudo me parecía un poco pesado. Pero al ver que lo toleraba estupendamente comencé a dárselo crudo: a trozos para que se lo comiera ella misma, aplastadito en un plato, batido con la leche del desayuno (le encanta), y hasta mezclado con otras frutas (tipo potito), porque además de aportar sus propiedades, endulza.
     La siguiente fruta de verano que probó mi bebé fue la sandía (en Latinoamérica: patilla), de la que también hay muchas variedades, casi todas dulces (de todas maneras yo creo que la pulpa, mientras más roja, más dulce). Esa, sin miramientos, directamente le corté un pedazo y se lo di, a ver qué hacía. Puso cara de: "¿y esto qué es? pero no pasó ni un minuto cuando ya estaba rasgando un poquitín más. Se deshace muy rápido, porque es toda agua, así que casi no hay riesgo de atragantamiento (aunque siempre hay que vigilarle).
     Melón y sandía forman parte de la dieta de mi bebé desde que tiene 10 meses. Cuando ve una sandía pone cara de felicidad, la señala con el dedito y dice: "pá" (así le llama al pan), por lo que deduzco que la reconoce y, sobre todo, le gusta.

sábado, 14 de junio de 2014

Máxima 21: Conozco a mi bebé si conozco la densidad , la cantidad y la temperatura que le gusta en sus comidas



Las primeras papillas que le di a mi bebé tras comenzar la alimentación complementaria, prácticamente me las tuve que comer yo. Después de pasar seis meses sólo con el pecho, comer otra cosa le resultaba extraño y, claro, no lo quería. Con paciencia y sentido común, en un par de semanas la cosa fue mejorando. La clave estaba en conocer la densidad, la cantidad y la temperatura que le gustaba en sus comidas, pero hasta llegar a esa conclusión, nos costó.
Como todo proceso, que mi bebé se comiera aquello que yo le daba fue cuestión de ir probando: densidades, cantidades y temperaturas… Incluso, antes que todo eso: la forma.  Para ello compramos dos o tres biberones que no quiso, otro tanto de tetinas que rechazó, varios tipos de cucharillas, platos, vasos y envases. Y lo que verdaderamente le gustó fue la cucharilla, o más bien, lo poco que comía lo hacía con cucharilla, así que ni modo, a partir de entonces todo se lo dimos con cucharilla. Nunca quiso el biberón, los cuales conservo en su empaque, junto a las tetinas, platos, vasos y envases varios, por si acaso, pero me da que serán para otro bebé, porque a ésta no le gusta nada de eso.
Lo siguiente que probamos fue densidades y temperatura: espeso y frío, líquido y caliente, espeso y tibio, aguado y frío… las combinaciones pueden ser mil si nos empeñamos. Al final, nos dimos cuenta de que le gustaba espeso y tibio, o sea, ni frío ni caliente, y nada de consistencias líquidas. La cuestión está en ir probando, con paciencia, para dar con “el punto exacto”. Tengo una amiga con mellizos que a uno le gusta el bibe líquido y "muy" caliente, y al otro espeso y más bien frío. Pero hasta llegar a ese punto, ella tardó algunos días, o semanas, en averiguarlo. 
La cantidad merece un capítulo aparte. Sin embargo, lo primero que debemos tomar en cuenta es que cada bebé es un mundo, y si el bebé de la vecina se bebe dos biberones en el desayuno, come 180 ml de papilla y luego otro bibe, merienda dos piezas de fruta con yogurt y cena un plato de arroz con pollo antes del “bibe de la noche”, amén de varias galletas y potitos durante el día, nuestro bebé no tiene por qué comer la misma cantidad. Si nosotros no sabemos cuál es su límite, él si lo sabe, y probablemente esté en el momento en el que dice "no" y pretendemos obligarle a que coma "un poquito más". Hay que comenzar con “poco” e ir sumando mililitros confirme vayamos viendo que se los come “a gusto”. A veces es mejor poco y varias veces, que mucho cada cuatro horas. Si aplicamos el sentido común veremos que si le servimos 180 ml de papilla y se come sólo 90 diremos “no ha comido nada, apenas sólo la mitad”, pero si le servimos 90 y se lo come todo diremos “no ha dejado nada en el plato, es un tragón”. Poco o mucho será siempre según con qué lo comparemos. La mejor manera de saber si lo estamos haciendo bien es aplicando la Máxima 2: si tu bebé gana peso, crece y sonríe, vas bien. Y así, todos felices.