El gluten se ha convertido en una especie de
monstruo peludo que nos acecha cuando comenzamos la alimentación
complementaria, allá por los 6 meses de edad de nuestro bebé. Pero el caso es
que si sabemos introducirlo, no tiene por qué ser ese bicho malo al que tanto
miedo le tenemos, en vez, puede convertirse en nuestro aliado.
Como a todo monstruo hay que conocerle de
cerca para saber cómo evitarle, o atacarle si fuese necesario. Se trata de un complejo
de proteínas que se encuentra en las harinas de trigo, centeno, cebada y avena,
y por supuesto, en aquellos alimentos que contienen estos cereales (al parecer,
el 80% de los procesados industrialmente). Quienes manifiestan intolerancia al
gluten desarrollan una enfermedad llamada celiaquía, que hace que el intestino sufra
una reacción inmunológica inflamatoria que afecta a la correcta absorción de
los alimentos. Tiene una incidencia de 1 entre 1.000 niños y es hereditaria, aunque
no siempre se encuentran antecedentes familiares.
Ahora que conocemos al monstruo, el siguiente
paso es evitarle. Mis dos hijas no han manifestado, hasta ahora, ningún síntoma
de intolerancia al gluten, así que supongo que además de no tener
predisposición genética, lo hemos introducido en la dieta de forma acertada.
Si los estudios revelan que el gluten debe
introducirse entre el cuarto y el séptimo mes de vida, se entiende que a partir
del cuarto lo podrán hacer los bebés que se alimentan con leche de fórmula, y
después del sexto los que hasta ese momento han mantenido la lactancia materna
exclusiva. Introducirlo antes o después podría hacer que apareciese el
monstruo, y eso no es lo que queremos. Mi bebé (que hasta el sexto mes estuvo
con lactancia materna exclusiva) tenía, entonces, sólo "un mes" para
introducir de forma correcta el gluten, o sea, entre el sexto y el séptimo mes.
El siguiente paso era responder al "cómo".
Escuchando y hablando con otras mamás supe que una forma extraordinaria para
esa "primera vez" era ¡un macarrón! que, por supuesto, no tuviese
huevo en su composición. Así, a la semana de cumplir los seis meses, le metí "un"
macarrón en la cocción de su papilla, que pasados los tres días reglamentarios
toleró perfectamente. Al cuarto día hice lo mismo pero con "dos"
macarrones, que también toleró estupendamente. A la semana siguiente le di un
pedacito de pan para que probara, y no sólo le gustó chupetearlo y hacerlo
miguitas, sino que -lo mejor- le sentó de maravilla. Una mañana le metí una
galleta María en su desayuno, y tan contenta.
Cuando mi bebé cumplió los siete meses ya comía: macarrones
en su papilla, galleta María en su desayuno y pan. Pasado el periodo de prueba,
y de forma paulatina, además de macarrones ahora come fideos (en su papilla y
solos), además de galleta María también le doy galleta TostaRica (que deshace
en la boca más rápido, evitando así atragantamientos), pan de barra y de molde,
papilla de avena, cereales hidrolizados con gluten y cereales varios en el
desayuno. Hasta ahora, con casi un añito, no ha mostrado síntoma alguno de
intolerancia al gluten. Y si todo sigue así, la felicidad seguirá reinando en
mi cocina.
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