El
hipo se hizo frecuente durante las primeras semanas de mi bebé, tanto, que
llegamos a institucionalizar “la hora del hipo”, que en realidad podía ser
cualquiera: mañana, tarde o noche. En una de las consultas
le pregunté a la enfermera cuál era la mejor manera de quitárselo y me dijo:
“el hipo es más molesto para los padres que para el niño”, así que no me dio
ningún remedio.
La
hebra de hilo empapada en saliva y colocada sobre su frente no funciona. Eso
sí, se ven hermosos cuando se la colocamos, y más cuando parece que funciona, y
cómo no va a funcionar, si se tira allí un buen rato. Asustarlos tampoco sirve,
es cuestión de aplicar el sentido común: ni siquiera se dan cuenta, más bien lloran (entonces tienen hipo con llanto), y así se lo
hice saber a su padre las veces que lo propuso.
Resulta
que los bebés tienen más riesgo de tener hipo si tragan aire mientras están
comiendo. Para evitarlo, yo estaba muy pendiente de darle el pecho en una buena
posición. También me di cuenta de que si mamaba muy rápido le daba hipo, por lo
que cuando le veía mamar muy de prisa paraba un momento y comenzaba de nuevo.
Colocarle en posición vertical inmediatamente después
de amamantarle, y aprovechar para sacarle los gases así, también me ayudó a
evitarlo. Pero cuando aparecía el hipo, a pesar de mis esfuerzos, el mejor
remedio era darle pecho, al poco tiempo se le quitaba. Comprobé que era la
mejor forma de quitarle el hipo a mi bebé, y cuando no tenía hipo, era muy feliz.
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