Mi bebé pequeña lloraba las primeras
semanas por cólicos, sobre todo, en la tarde y en la noche. Comencé a notarlo
ya en la primera semana. La enfermera me dijo que sería así al menos hasta la
semana 12, ya que su sistema digestivo era muy inmaduro. Tomando en cuenta que
nació en la semana 35, supongo que el suyo estaría aun menos desarrollado. Con
mi hija mayor no sucedió, y ambas se alimentaron exclusivamente de leche
materna, así que como he dicho otras veces, cada bebé es un mundo.
Cada vez que comenzaba la tarde,
comenzaba también mi angustia. La pobre se retorcía, lloraba. Yo sabía que eran
cólicos, porque su pancita se hinchaba y parecía sentirse mejor al cambiarla de
posición. Soltaba gases al llorar, y cuando le cambiaba el pañal notaba que al
levantarle las piernas los soltaba aun más. Se me ocurrió que si movía sus
piernecitas hacia su pancita, repetidas veces, le era más fácil soltarlos. Y
así lo hacía, no sólo al cambiarle el pañal, sino en cualquier momento que la
viese incómoda.
Recordé entonces que podía hacerle
masajes, esos que en las clases de preparación al parto escuchas de soslayo y
piensas que “no los vas a necesitar”. Me apunté a un curso y en un par de sesiones
aprendí a hacerlos. Aunque en Internet hay miles de páginas donde los explican.
Son los mismos. Los circulares en el sentido de las agujas del reloj fueron muy
efectivos.
Mi madre me compró un aceite esencial con
el que le hacía los masajes: Weleda Baby Caléndula. Lo recomiendo, además del estupendo
olor, le dejaba la piel suavecita, nunca le dio alergia y, lo más importante,
sirvió para darle los masajes. Aproveché para echarle en la cabecita, así que
también me sirvió para quitarle la “costra láctea”. Yo usé ese, pero en el
mercado hay muchos, los mejores: los naturales esenciales.
Las abuelas me decían “deja de tomar
leche, nada de queso, ni yogures, no comas lechuga, el repollo ni olerlo…” y
así, mil cosas. Las probé todas y nunca determiné si la ingesta o la
eliminación de alguno de esos alimentos en mi dieta influyeron en sus cólicos.
Nunca se me ocurrió darle a tomar nada,
por más que me recomendaron polvos y gotas varias, incluso homeopáticas. Confié
en los masajes y en los mimos de mamá. Así superamos esa etapa tan difícil,
pero pasajera. Y cuando ya no hubo más cólicos, alrededor de los 3 meses, su
cara fue siempre de felicidad. Por cierto, sigo haciéndole masajitos por todo
su cuerpecito después del baño, nos reímos un montón.
*En
honor a mi gran amiga Luz y su bebé milagro
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